miércoles, 3 de septiembre de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 160.

                   El diablo, transformado en ángel de luz, se apareció a uno de los santos Padres del Desierto y le dijo: "Soy el ángel Gabriel y me ha enviado a ti el Todopoderoso".

                  El monje replicó: "Piénsalo bien. Seguramente has sido enviado a otro. Yo no he hecho nada que merezca la vista de un ángel".

                  Con lo cual, el diablo se esfumó y jamás volvió a atreverse a acercarse al monje.
  

martes, 2 de septiembre de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 159.

                   Un joven que buscaba un Maestro capaz de encauzarle por el camino de la santidad llegó a un "ashram" presidido por un guru que, a pesar de gozar de una gran fama de santidad, era un farsante. Pero el otro no lo sabía.

                  "Antes de aceptarte como discípulo", le dijo el guru, "debo probar tu obediencia. Por este "ashram" fluye un río plagado de cocodrilos. Peso que lo cruces a nado".

                  La fe del joven discípulo era tan grande que hizo exactamente lo que se le pedía: se dirigió al río y se introdujo en él gritando: "¡Alabado sea el poder de mi guru!" Y, ante el asombro de  éste, el joven cruzó a nado hasta la otra orilla y regresó del mismo modo, sin sufrir el más mínimo daño.

                 Aquello convenció al guru de que era aún más santo de lo que había imaginado, de modo que decidió hacer a todos sus discípulos una demostración de su poder que acrecentara su fama de santidad. Se metió en el río gritando: "¡Alabado sea yo! Alabado sea yo!", y al instante llegaron los cocodrilos y lo devoraron.
   

lunes, 1 de septiembre de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 158.

                    Hay una reveladora historia acerca de un monje que vivía en el desierto egipcio y al que las tentaciones atormentaron de tal modo que ya no pudo soportarlo. De manera que decidió abandonar el cenobio y marcharse a otra parte.

                   Cuando estaba calzándose las sandalias para llevar a efecto su decisión, vio, cerca de dónde él estaba, a otro monje que también estaba poniéndose las sandalias.

                   "¿Quién eres tú?", preguntó al desconocido.

                   "Soy tu yo", fue la respuesta. "Si es por mi causa por lo que vas a abandonar este lugar, debo hacerte saber que, vayas adonde vayas, yo iré contigo".

                   Un paciente, desesperado, le dijo al psiquiatra: "Vaya adonde vaya, tengo que ir conmigo mismo... ¡y eso lo fastidia todo!".

                   Tanto aquello de lo que huyes como aquello por lo que suspiras está dentro de ti.