Un hombre bastante piadoso, que estaba pasando apuros económicos, decidió orar de la siguiente manera: "Señor, acuérdate de los años que te he servido como mejor he podido y sin pedirte nada a cambio. Ahora que soy viejo y estoy arruinado, voy a pedirte, por primera vez en mi vida, un favor que estoy seguro que no me vas a negar: haz que me toque la lotería".
Pasaron días, semanas, meses... ¡y nada! Por fin, casi a punto de desesperarse, gritó una noche: "¿Por qué no me haces caso, Señor?"
Y entonces oyó la voz de Dios que le replicaba: "¡Hazme caso tú a mí! ¿Por qué no compras un billete de lotería?"
Pasaron días, semanas, meses... ¡y nada! Por fin, casi a punto de desesperarse, gritó una noche: "¿Por qué no me haces caso, Señor?"
Y entonces oyó la voz de Dios que le replicaba: "¡Hazme caso tú a mí! ¿Por qué no compras un billete de lotería?"
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