La verdad no se encuentra en las palabras...
"Ardo en deseos de aprender espiritualidad", le dijo un vecino al mullah Nasrudin. "¿Querrías venir a mi casa y hablarme de ello?".
Nasrudin no quiso comprometerse, porque, aun cuando veía que aquel hombre era algo más inteligente que la mayoría, también se daba cuenta de que abrigaba la ilusión de que el misticismo puede transmitirse con palabras.
Algunos días más tarde, el vecino le llamó a gritos desde la terraza: "¡Mullah, ¿podrías ayudarme a soplar mi fuego?; las brasas se están apagando!"
"¡Naturalmente que sí!, dijo Nasrudin. "¡Tienes a tu disposición mi aliento: ven a mi casa y toma todo lo que puedas!".
"Ardo en deseos de aprender espiritualidad", le dijo un vecino al mullah Nasrudin. "¿Querrías venir a mi casa y hablarme de ello?".
Nasrudin no quiso comprometerse, porque, aun cuando veía que aquel hombre era algo más inteligente que la mayoría, también se daba cuenta de que abrigaba la ilusión de que el misticismo puede transmitirse con palabras.
Algunos días más tarde, el vecino le llamó a gritos desde la terraza: "¡Mullah, ¿podrías ayudarme a soplar mi fuego?; las brasas se están apagando!"
"¡Naturalmente que sí!, dijo Nasrudin. "¡Tienes a tu disposición mi aliento: ven a mi casa y toma todo lo que puedas!".
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