miércoles, 18 de marzo de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 298.

             El príncipe heredero era un verdadero zoquete, por lo que el rey contrató los servicios de un tutor especial, el cual comenzó sus lecciones explicando al príncipe el primer teorema de Euclides.

            "¿Está claro, Alteza?", le preguntó cuando hubo concluido.

           "No", respondió el príncipe.

           De modo que el tutor, armándose de paciencia, volvió a explicarle el teorema. "¿Ya ha quedado claro?"

           "No", volvió a responder el príncipe.

            Y una vez más lo intentó el tutor... sin éxito. Al cabo de diez intentos, el real zoquete seguía sin entender el teorema, y el pobre tutor no pudo contener sus lágrimas. "Créame, Alteza", le dijo entre sollozos, "este teorema es verdadero, y la forma en que se lo he demostrado es la única que hay..."

            Al oír aquello, el príncipe se puso en pie y, hacieno una solemne inclinación, dijo: "Mi querido amigo, tengo una fe absoluta en lo que usted dice, de modo que, si usted me asegura que el teorema es verdadero, yo lo acepto incondicionalmente. Lo único que siento es que no me lo haya dicho usted antes. Si lo hubiera hecho, podríamos haber pasado al segundo teorema sin necesidad de perder tanto tiempo."

           De este modo tienes todas las respuestas correctas sin necesidad de saber geometría, exactamente igual que hay personas que -según ellas- poseen todas las creencias debidas sin necesidad de conocer a Dios. Decirle a la autoridad: "Piensa por mí, por favor, que yo soy tonto" es como decir: "Bebe por mí, por favor, que tengo sed."      
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