Una anciana mujer, verdadera entusiasta de la jardinería, afirmaba que no creía en absoluto en ciertas predicciones que auguraban que algún día lograrían los científicos controlar el tiempo atmosférico. Según ella, lo único que hacía falta para controlar el tiempo era la oración.
Pero un verano, mientras ella se encontraba de viaje por el extranjero, la sequía azotó el país y arruinó por completo su precioso jardín. Cuando regresó, se sintió tan trastornada que cambió de religión.
Debería haber cambiado sus estúpidas creencias.
Pero un verano, mientras ella se encontraba de viaje por el extranjero, la sequía azotó el país y arruinó por completo su precioso jardín. Cuando regresó, se sintió tan trastornada que cambió de religión.
Debería haber cambiado sus estúpidas creencias.
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