Un sacerdote estaba observando a una mujer que se encontraba sentada, con la cabeza hundida entre sus manos, en un banco de la iglesia vacía.
Pasó una hora... Pasaron dos horas... y allí seguía.
Pensando que se trataría de un alma afligida y deseosa de que la ayudaran, el sacerdote se acercó a la mujer y le dijo: "¿Puedo ayudarla en algo?".
"No, Padre, muchas gracias", respondió ella. "He estado recibiendo toda la ayuda que necesitaba..."
"¡...hasta que usted me ha interrumpido!"
Pasó una hora... Pasaron dos horas... y allí seguía.
Pensando que se trataría de un alma afligida y deseosa de que la ayudaran, el sacerdote se acercó a la mujer y le dijo: "¿Puedo ayudarla en algo?".
"No, Padre, muchas gracias", respondió ella. "He estado recibiendo toda la ayuda que necesitaba..."
"¡...hasta que usted me ha interrumpido!"
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