Se decía del gran Maestro de Zen, Rinzai, que lo último que hacía cada noche, antes de irse a la cama, era soltar una enorme carcajada que resonaba por todos los pasillos y podía oírse en todos los pabellones del monasterio.
Y lo primero que hacía al levantarse por las mañanas era ponerse a reír de tal manera que despertaba a todos los monjes, por muy profundamente que durmieran.
Sus discípulos solían preguntarle por qué reía de aquel modo, pero él no lo dijo nunca. Y, cuando murió, se llevó consigo a la tumba el secreto de sus carcajadas.
Y lo primero que hacía al levantarse por las mañanas era ponerse a reír de tal manera que despertaba a todos los monjes, por muy profundamente que durmieran.
Sus discípulos solían preguntarle por qué reía de aquel modo, pero él no lo dijo nunca. Y, cuando murió, se llevó consigo a la tumba el secreto de sus carcajadas.
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