sábado, 2 de agosto de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 143.

                  Cuando el desierto egipcio era la morada de aquellos santos varones conocidos como los "Padres del Desierto", una mujer que padecía un cáncer de mama acudió a buscar a uno de ellos, un tal Abad Longinos, que tenía fama de santo y taumaturgo.

                  Y estando la mujer paseando junto al mar, se encontró con Longinos en persona, que estaba recogiendo leña. Y ella, que no le conocía, le dijo: "Santo padre, ¿podría usted decirme dónde vive el siervo de Dios Longinos?"

                  Y Longinos le replicó: "Para qué buscas a ese viejo farsante? No vayas a verlo, porque lo único que te hará será daño. ¿Qué es lo que te ocurre?"

                  Ella le contó lo que le sucedía y, acto seguido, él le dio su bendición y la despidió diciendo: "Ahora vete, y ten la seguridad de que Dios te devolverá la salud. Longinos no te habría sido de ninguna utilidad".

                  La mujer se marchó, confiando en que había quedado curada -como así sucedió, antes de que transcurriera un mes-, y murió muchos años más tarde, completamente ignorante de que había sido Longinos quien la había curado.
    

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