Tres muchachos acusados de haber robado unas sandalias fueron conducidos ante un tribunal y presentados ante un juez del que esperaban lo peor, porque tenía fama de ser un hombre muy severo.
Pero también era un prudente educador. Tras dar un golpe con su martillo, el juez dijo: "Cualquiera de los presentes que no haya robado una sola sandía cuando era un muchacho, que levante la mano." Y se quedó esperando. Tanto los funcionarios de la audiencia como los policías, los espectadores y hasta el propio juez mantuvieron sus manos quietas.
Satisfecho de que nadie en la sala hubiera levantado la mano, el juez declaró: "El caso queda sobreseído."
Pero también era un prudente educador. Tras dar un golpe con su martillo, el juez dijo: "Cualquiera de los presentes que no haya robado una sola sandía cuando era un muchacho, que levante la mano." Y se quedó esperando. Tanto los funcionarios de la audiencia como los policías, los espectadores y hasta el propio juez mantuvieron sus manos quietas.
Satisfecho de que nadie en la sala hubiera levantado la mano, el juez declaró: "El caso queda sobreseído."
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