Un rico musulmán acudió a la mezquita después de una fiesta y, naturalmente, tuvo que quitarse sus elegantes y costosos zapatos y dejarlos a la entrada. Cuando, después de orar, salió afuera, los zapatos habían desaparecido.
"¡Qué descuidado soy!", se dijo para sí. "Al cometer la necedad de dejar aquí los zapatos, he dado ocasión a alguien para robarlos. Con gusto se los habría regalado. Pero ahora soy responsable de haber creado un ladrón."
"¡Qué descuidado soy!", se dijo para sí. "Al cometer la necedad de dejar aquí los zapatos, he dado ocasión a alguien para robarlos. Con gusto se los habría regalado. Pero ahora soy responsable de haber creado un ladrón."
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