sábado, 24 de enero de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 254.

                Un soldado que se encontraba en el frente fue rápidamente enviado a su casa, porque su padre se estaba muriendo. Hicieron con él una excepción, porque él era la única familia que tenía su padre.

              Cuando entró en la Unidad de Cuidados Intensivos, se sorprendió al comprobar que aquel anciano semiinconsciente lleno de tubos no era su padre. Alguien había cometido un tremendo error al enviarle a él equivocadamente.

             "¿Cuánto tiempo le queda de vida?", le preguntó al médico.

             "Unas cuantas horas, a lo sumo. Ha llegado usted justo a tiempo".

             El soldado  pensó en el hijo de aquel hombre moribundo, que estaría luchando sabe Dios a cuántos kilómetros de allí. Luego pensó que aquel anciano estaría aferrándose a la vida con la única esperanza de poder ver a su hijo una última vez, antes de morir. Entonces se decidió: se inclinó hacia el moribundo, tomó una de sus manos y le dijo dulcemente: "Papá, estoy aquí; he vuelto".

            El anciano se agarró con fuerza a la mano que se le ofrecía; sus ojos sin vida se abrieron para echar un último vistazo a su entorno; una sonrisa de satisfacción iluminó su rostro, y así permaneció hasta que, al cabo de casi una hora, falleció pacíficamente.
     

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