Había dos camiones pegados el uno al otro por su parte trasera, y un camionero, con un pie en cada camión, intentaba denodadamente mover un enorme cajón.
Pasó por allí otro individuo que, al ver la apurada situación del camionero, se ofreció voluntariamente a ayudarle. Al cabo de más de media hora de inútiles esfuerzos, ambos estaban sudorosos y de un humor de mil demonios.
"Me temo que es inútil", dijo el voluntario sin resuello. "¡Nunca conseguiremos sacarlo de este maldito camión!"
"¿Sacarlo?", bramó el camionero. "¡Santo Dios! ¡Yo no quiero sacarlo! ¡Quiero echarlo más adentro!"
Pasó por allí otro individuo que, al ver la apurada situación del camionero, se ofreció voluntariamente a ayudarle. Al cabo de más de media hora de inútiles esfuerzos, ambos estaban sudorosos y de un humor de mil demonios.
"Me temo que es inútil", dijo el voluntario sin resuello. "¡Nunca conseguiremos sacarlo de este maldito camión!"
"¿Sacarlo?", bramó el camionero. "¡Santo Dios! ¡Yo no quiero sacarlo! ¡Quiero echarlo más adentro!"
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