Una ostra divisó una perla suelta que había caído en una grieta de una roca en el fondo del océano. Tras grandes esfuerzos, consiguió recobrar la perla y depositarla sobre una hoja que estaba justamente al lado.
Sabía que los humanos buscaban perlas, y pensó: "Esta perla les tentará, la tomarán y me dejarán a mí en paz".
Sin embargo, llegó por allí un pescador de perlas cuyos ojos estaban acostumbrados a buscar ostras, no perlas cuidadosamente depositadas sobre una hoja.
De modo que se apoderó de la ostra -la cual no contenía, perla, por cierto- y dejó que la perla rodara hacia abajo y cayera de nuevo en la grieta de la roca.
Sabes exactamente dónde mirar.
Por eso no consigues encontrar a Dios.
Sabía que los humanos buscaban perlas, y pensó: "Esta perla les tentará, la tomarán y me dejarán a mí en paz".
Sin embargo, llegó por allí un pescador de perlas cuyos ojos estaban acostumbrados a buscar ostras, no perlas cuidadosamente depositadas sobre una hoja.
De modo que se apoderó de la ostra -la cual no contenía, perla, por cierto- y dejó que la perla rodara hacia abajo y cayera de nuevo en la grieta de la roca.
Sabes exactamente dónde mirar.
Por eso no consigues encontrar a Dios.
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