Un acaudalado labrador irrumpió un día en su casa gritando con voz angustiada: "¡Rebeca, corre un terrible rumor en la ciudad: el Mesías está aquí!"
"¿Y qué tiene eso de terrible?", le replicó su mujer. "Yo creo que es fantástico. ¿Qué es lo que tanto te preocupa?"
"¿Qué qué es lo que me preocupa?", exclamó el hombre. "Después de tantos años de sudores y esfuerzos, al fin hemos conseguido ser ricos: tenemos mil cabezas de ganado, los graneros llenos y los árboles cargados de fruta... y ahora tenemos que deshacernos de todo y seguirle a él... ¿y me preguntas qué es lo que me preocupa?"
"Tranquilízate", le dijo su mujer. "El Señor nuestro Dios es bueno. Sabe cuánto hemos tenido que sufrir siempre los judíos. Siempre ha habido alguien que nos hiciera la vida imposible: el Faraón, Amán, Hitler... Pero nuestro Dios siempre ha encontrado el modo de castigarlos, ¿o no? Sólo tienes que tener fe, mi querido esposo. También hallará el modo de ocuparse del Mesías".
Goldstein, a sus noventa y dos años, había conocido los "pogroms" en Polonia, los campos de concentración en Alemania y toda clase de persecuciones contra los judíos.
"¡Oh Señor!, dijo. "¿No es verdad que somos tu pueblo elegido?"
Y una voz celestial replicó: "Sí, Goldstein, los judíos sois mi pueblo elegido".
"Bueno, ¿y no es hora de que elijas a alguien distinto?"
"¿Y qué tiene eso de terrible?", le replicó su mujer. "Yo creo que es fantástico. ¿Qué es lo que tanto te preocupa?"
"¿Qué qué es lo que me preocupa?", exclamó el hombre. "Después de tantos años de sudores y esfuerzos, al fin hemos conseguido ser ricos: tenemos mil cabezas de ganado, los graneros llenos y los árboles cargados de fruta... y ahora tenemos que deshacernos de todo y seguirle a él... ¿y me preguntas qué es lo que me preocupa?"
"Tranquilízate", le dijo su mujer. "El Señor nuestro Dios es bueno. Sabe cuánto hemos tenido que sufrir siempre los judíos. Siempre ha habido alguien que nos hiciera la vida imposible: el Faraón, Amán, Hitler... Pero nuestro Dios siempre ha encontrado el modo de castigarlos, ¿o no? Sólo tienes que tener fe, mi querido esposo. También hallará el modo de ocuparse del Mesías".
Goldstein, a sus noventa y dos años, había conocido los "pogroms" en Polonia, los campos de concentración en Alemania y toda clase de persecuciones contra los judíos.
"¡Oh Señor!, dijo. "¿No es verdad que somos tu pueblo elegido?"
Y una voz celestial replicó: "Sí, Goldstein, los judíos sois mi pueblo elegido".
"Bueno, ¿y no es hora de que elijas a alguien distinto?"
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