El abuelo y la abuela se habían peleado, y la abuela estaba tan enojada que no le dirigía la palabra a su marido.
Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo.
Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada: "¿Se puede saber qué demonios estás buscando?"
"¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!", le respondió el abuelo con una maliciosa sonrisa. "¡Tu voz!"
Si es a Dios a quien buscas, mira en otra parte.
Al día siguiente, el abuelo había olvidado por completo la pelea, pero la abuela seguía ignorándole y sin dirigirle la palabra. Y, por más esfuerzos que hacía, el abuelo no conseguía sacar a la abuela de su mutismo.
Al fin, el abuelo se puso a revolver armarios y cajones. Y cuando llevaba así unos minutos, la abuela no pudo contenerse y le gritó airada: "¿Se puede saber qué demonios estás buscando?"
"¡Gracias a Dios, ya lo he encontrado!", le respondió el abuelo con una maliciosa sonrisa. "¡Tu voz!"
Si es a Dios a quien buscas, mira en otra parte.
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