Una devota se hizo una estatua de Buda en madera y la cubrió con una fina capa de oro. Le quedó hermosísima, y la llevaba consigo adondequiera que iba.
Pasaron los años, y la devota, siempre con su estatua a cuestas, se estableció en un pequeño templo en el que había muchas estatuas de Buda, cada una de ellas con su respectivo altar.
Comenzó todos los día a quemar incienso delante de su dorado Buda, pero descubrió, consternada, que parte del humo se escapaba hacia los altares colindantes.
Entonces se hizo un embudo de papel a través del cual ascendía el humo únicamente hacia su Buda, con lo cual se ennegreció la nariz del precioso Buda dorado, que se puso feísimo.
Pasaron los años, y la devota, siempre con su estatua a cuestas, se estableció en un pequeño templo en el que había muchas estatuas de Buda, cada una de ellas con su respectivo altar.
Comenzó todos los día a quemar incienso delante de su dorado Buda, pero descubrió, consternada, que parte del humo se escapaba hacia los altares colindantes.
Entonces se hizo un embudo de papel a través del cual ascendía el humo únicamente hacia su Buda, con lo cual se ennegreció la nariz del precioso Buda dorado, que se puso feísimo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario