Uno de los más renombrados sabios de la antigua India fue Svetaketu, el cual obtuvo su sabiduría del siguiente modo: cuando no tenía más que siete años, su padre le envió a estudiar los Vedas. A fuerza de aplicación y de inteligencia, el muchacho eclipsó a todos sus condiscípulos, hasta el punto de que, con el tiempo, fue considerado el mayor experto viviente en las Escritura... cuando apenas había dejado atrás su juventud.
De vuelta a casa, su padre, para poner a prueba el talento de su hijo, le hizo esta pregunta: "¿Has aprendido lo que, una vez aprendido, hace que ya no sea necesario aprender más? ¿Has descubierto lo que, una vez descubierto, hace que cese todo sufrimiento? ¿Has conseguido saber lo que no puede ser enseñado?"
"No", respondió Svetaketu.
"Entonces", dijo su padre, "lo que has aprendido en todos estos años no sirve para nada, hijo mío".
A Svetaketu le impresionó tanto la verdad de las palabras de su padre que se puso desde entonces a descubrir, a través del silencio, la sabiduría que no puede expresarse con palabras.
Cuando se seca el estanque y se quedan los peces sin una gota de agua, no basta con echarles el aliento o tratar de humedecerlos con saliva: hay que tomarlos y echarlos al lago.
No trates de animar a las personas con doctrinas; devuélvelas a la realidad. Porque el secreto de la vida hay que encontrarlo en la vida misma, no en las doctrinas sobre ella.
De vuelta a casa, su padre, para poner a prueba el talento de su hijo, le hizo esta pregunta: "¿Has aprendido lo que, una vez aprendido, hace que ya no sea necesario aprender más? ¿Has descubierto lo que, una vez descubierto, hace que cese todo sufrimiento? ¿Has conseguido saber lo que no puede ser enseñado?"
"No", respondió Svetaketu.
"Entonces", dijo su padre, "lo que has aprendido en todos estos años no sirve para nada, hijo mío".
A Svetaketu le impresionó tanto la verdad de las palabras de su padre que se puso desde entonces a descubrir, a través del silencio, la sabiduría que no puede expresarse con palabras.
Cuando se seca el estanque y se quedan los peces sin una gota de agua, no basta con echarles el aliento o tratar de humedecerlos con saliva: hay que tomarlos y echarlos al lago.
No trates de animar a las personas con doctrinas; devuélvelas a la realidad. Porque el secreto de la vida hay que encontrarlo en la vida misma, no en las doctrinas sobre ella.
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