Un predicador le dice a un amigo suyo: "Nuestra iglesia acaba de experimentar su mayor resurgimiento en muchos años".
"¿Cuántos se han apuntado?"
"Ninguno. Hemos perdido a quinientos".
¡Jesús habría aplaudido!
Por desgracia, la experiencia enseña que nuestras convicciones religiosas guardan tanta relación con nuestra santidad personal como el "esmoquin" de un hombre con su digestión.
"¿Cuántos se han apuntado?"
"Ninguno. Hemos perdido a quinientos".
¡Jesús habría aplaudido!
Por desgracia, la experiencia enseña que nuestras convicciones religiosas guardan tanta relación con nuestra santidad personal como el "esmoquin" de un hombre con su digestión.
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