domingo, 23 de marzo de 2014

LA ORACIÓN DE LA RANA 84.

              Una noche, un pescador entró a hurtadillas en el parque de un hombre rico y echó sus redes en el estanque lleno de peces. Pero el otro lo oyó y envió a sus guardias contra él.

              Cuando vio que le andaban buscando por todas partes con antorchas encendidas, el pescador cubrió apresuradamente su cuerpo de cenizas y se sentó bajo un árbol, como hacen los santones en la India.

              Los guardias, a pesar de buscar durante horas, no encontraron a ningún pescador furtivo. Lo único que vieron fue a un hombre cubierto de cenizas y sentado bajo un árbol, absorto en la meditación.

             Al día siguiente se propaló por doquier el rumor de que un gran sabio había decidido establecer su residencia en el parque del hombre rico. La gente acudió en tropel, con flores y toda clase de comida, y hasta con montones de dinero, a presentarle sus respetos, porque existe la piadosa creencia de que los dones hechos a un hombre santo hacen que descienda sobre el donante la bendición de Dios.

            El pescador, trocado en santo, quedó asombrado de su buena suerte. "Es más facil vivir de la fe de esta gente que del trabajo de mis manos", se dijo para sí. De manera que siguió meditando y no volvió jamás a trabajar.
    

No hay comentarios:

Publicar un comentario