Un guru prometió a un discípulo que había de revelarle algo mucho más importante que todo cuanto contienen las escrituras.
Cuando el discípulo, tremendamente impaciente, le pidió que cumpliera su promesa, el guru le dijo: "Sal afuera, bajo la lluvia, y quédate con los brazos y la cabeza alzados hacia el cielo. Eso te propocionará tu primera revelación".
Al día siguiente, el discípulo acudió a informarle: "Seguí tu consejo y me calé hasta los huesos... Y me sentí como un perfecto imbécil".
"Bueno", dijo el guru, "para ser el primer día, es toda una revelación, ¿no crees?"
Cuando el discípulo, tremendamente impaciente, le pidió que cumpliera su promesa, el guru le dijo: "Sal afuera, bajo la lluvia, y quédate con los brazos y la cabeza alzados hacia el cielo. Eso te propocionará tu primera revelación".
Al día siguiente, el discípulo acudió a informarle: "Seguí tu consejo y me calé hasta los huesos... Y me sentí como un perfecto imbécil".
"Bueno", dijo el guru, "para ser el primer día, es toda una revelación, ¿no crees?"
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