martes, 29 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 463.

            Un discípulo se acercó a su Maestro y le dijo: "Maestro, yo soy un hombre rico y acabo de heredar una gran fortuna. ¿Cómo debo emplearla para que redunde en mi provecho espiritual?"

           Le dijo el Maestro: "Vuelve dentro de una semana y te daré una respuesta."

          Transcurrida la semana, regresó el discípulo, y el Maestro, suspirando, le dijo: "La verdad es que no sé que decirte. Si te digo que des el dinero a tus parientes y amigos, no obtendrás ningún bien espiritual. Si te digo que lo entregues al templo, sólo conseguirás alimentar la avaricia de los sacerdotes. Y si te digo que se lo des a los pobres, te enorgullecerás de tu caridad y caerás en el pecado de soberbia."

         Pero, como el discípulo le urgía una respuesta, el Maestro acabó diciendo: "Está bien; da el dinero a los pobres. Al menos ellos se beneficiarán, aunque tú no lo hagas."

        Si no sirves, perjudicas a los demás.
       Si lo haces, te perjudicas a ti mismo.
       El ignorar este dilema es la muerte del alma.
       El liberarse de él es la vida eterna.

LA ORACIÓN DE LA RANA 462.

             Otra historia de los Padres del Desierto:

             En cierta ocasión, un Hermano le hizo la siguiente pregunta a uno de los ancianos: "Conozco a dos hermanos, uno de los cuales no sale nunca de su celda, donde ora constantemente, ayuna seis días a la semana y practica las más rigurosas penitencias. El otro, por el contrario, emplea todo su tiempo en cuidar a los enfermos. ¿Cuál de los dos crees tú que es más del agrado de Dios?"

         El anciano le respondió: "Si el hermano que se da a la oración y el ayuno se colgara de la nariz por espíritu de penitencia, no igualaría con ello un solo acto de bondad del que se dedica a cuidar a los enfermos."

LA ORACIÓN DE LA RANA 461.

     Una historia de los Padres del Desierto egipcio:

     Érase un viejo y santo ermitaño que practicaba una rigurosa ascesis corporal, pero que no estaba precisamente dotado de excesivas luces. Aquel hombre acudió al abad Juan para preguntarle acerca de la falta de memoria; y, tras haber escuchado sus sabias palabras, regresó a su celda. Pero en el camino olvidó lo que el abad Juan le había dicho.

       De modo que volvió sobre sus pasos para escuchar de nuevo las mismas palabras. Pero, una vez más, de camino a su celda, lo olvidó. El hecho se repitió varias veces: escuchaba al abad Juan y, cuando regresaba a su celda, su congénita falta de memoria le jugaba una mala pasada.

      Muchos días después, se encontró casualmente con el abad Juan y le dijo: "¿Sabe usted, Padre, que volví a olvidar de nuevo lo que usted me dijo? De buena gana, habría regresado a verle a usted, pero ya le había dado la lata suficientemente y me daba apuro llegar a convertirme para usted en un agobio."

     Entonces el abad Juan le dijo: "Ve y enciende una lámpara". El anciano hizo lo que se le había ordenado. Luego le dijo el abad: "Trae unas cuantas lámparas más y enciéndelas con la primera que has encendido". Y el anciano volvió a hacer lo que se le había dicho.

     Una vez más, habló el abad Juan para decirle: "¿Ha experimentado alguna pérdida la primera lámpara por el hecho de que las restantes lámparas hayan recibido de ella la luz?"

     "No", respondió el anciano.

       "Bueno, pues lo mismo ocurre con Juan. Si, en lugar de ser únicamente tú, fuera la ciudad entera de Scetis la que viniera a mí en busca de ayuda o de consejo, yo no experimentaría por ello la más mínima pérdida. De manera que no tengas reparo alguno en venir a verme todas las veces que quieras."

domingo, 27 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 460.

             Iba a celebrarse una gran fiesta en el pueblo, y cada uno de los habitantes tenía que contribuir vertiendo una botella de vino en un gigantesco barril. Cuando llegó la hora de comenzar el banquete y se abrió la espita del barril, lo que salió de este fue agua. Y es que uno de los habitantes del pueblo había pensado: "Si echo una botella de agua en ese enorme barril, nadie lo advertirá". Lo que no pensó es que a todos pudiera ocurrírseles la misma idea.

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LA ORACIÓN DE LA RANA 459.

             En un pequeño pueblo, una mujer se llevó una gran sorpresa al ver que había llamado a su puerta un extraño, correctamente vestido, que le pedía algo de comer. "Lo siento", dijo ella, "pero ahora mismo no tengo nada en casa."

            "No se preocupe", dijo amablemente el extraño. "Tengo una piedra de sopa en mi cartera: si usted me permitiera echarla en un puchero de agua hirviendo, yo haría la más exquisita sopa del mundo. Un puchero muy grande, por favor."

           A la mujer le picó la curiosidad, puso el puchero al fuego y fue a contar el secreto de la piedra de sopa a sus vecinas. Cuando el agua rompió a hervir, todo el vecindario se había reunido allí para ver a aquel extraño y su piedra de sopa. El extraño dejó caer la piedra en el agua, luego probó una cucharada con verdadera delectación y exclamó: "¡Deliciosa! Lo único que necesita es unas cuantas patatas.2

          "¡Yo tengo patatas en mi cocina!", gritó una mujer. Y en pocos minutos estaba de regreso con una gran fuente de patatas peladas que fueron derechas al puchero. El extraño volvió a probar el brebaje. "¡Excelente!", dijo; y añadió pensativamente: "Si tuviéramos un poco de carne, haríamos un cocido de lo más apetitoso..."

         Otra ama de casa salió zumbando y regresó con un pedazo de carne que el extraño, tras aceptarlo cortésmente, introdujo en el puchero. Cuando volvió a probar el caldo, puso los ojos en blanco y dijo: "¡Ah, qué sabroso! Sí tuviéramos unas cuantas verduras, sería perfecto, absolutamente perfecto..."

           Una de las vecinas fue corriendo hasta su casa y volvió con una cesta llena de cebollas y zanahorias. Después de introducir las verduras en el puchero, el extraño probó nuevamente el guiso y, con tono autoritario, dijo: "La sal". "Aquí la tiene", le dijo la dueña de la casa. A continuación dio otra orden: "Platos para todo el mundo". La gente se apresuró a ir a sus casas en busca de platos. Algunos regresaron trayendo incluso pan y frutas.

          Luego se sentaron todos a disfrutar de la espléndida comida, mientras el extraño repartía abundantes raciones de su increíble sopa. Todos se sentían extrañamente felices mientras reían, charlaban y compartían por primera vez su comida. En medio del alborozo, el extraño se escabulló silenciosamente, dejando tras de sí la milagrosa piedra de sopa, que ellos podían usar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo.

martes, 22 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 458.

           Érase una vez un hombre que tenía un ombligo de oro, lo cual, aunque para la mayoría de la gente habría sido motivo de orgullo, a él le producía incomodidad, porque siempre que iba a la piscina se convertía en el blanco de las burlas de sus amigos.

          De modo que oraba insistentemente para que le desapareciera aquel ombligo. Una noche soñó que un ángel bajaba del cielo, le desatornillaba el ombligo y regresaba de nuevo a lo alto.

         Cuando despertó por la mañana, lo primero que hizo fue comprobar si suelo había sido real. ¡Y lo había sido! Allí, encima de la mesa, estaba su brillante y reluciente ombligo. El hombre, lleno de alegría, saltó de la cama... ¡y se le desprendió el culo!"

        Sólo a los sabios
        puede confiárseles sin temor
       la tarea de cambiar a los demás
       o a sí mismos.

LA ORACIÓN DE LA RANA 457.

             El Ministro de Agricultura decretó que los gorriones constituían una amenaza para las cosechas y debían ser exterminados.

           Cuando se cumplió el decreto, vino una plaga de insectos, que podrían haber sido devorados por los gorriones, y comenzaron a destrozar las cosechas, por lo que el Ministro de Agricultura se le ocurrió la idea de emplear costosos pesticidas.

          Los pesticidas hicieron que se encarecieran los alimentos, aparte de que pusieron en peligro la salud pública. Se descubrió demasiado tarde que eran precisamente los gorriones los que, a pesar de alimentarse de las cosechas, hacían que los alimentos se conservaran sanos y baratos.

LA ORACIÓN DE LA RANA 456.

           Cuenta la historia que, antes de que Moisés sacara a su pueblo del país de Egipto, estuvo con un gran Maestro preparándose para ser profeta, y que la primera disciplina que el Maestro le impuso a Moisés fue la del silencio. Un día, recorriendo los dos el país, Moisés quedó tan deslumbrado por las bellezas de la naturaleza que le resultó fácil guardar silencio. Pero, cuando llegaron a la orilla de un río, vio cómo un niño se estaba ahogando cerca de la otra orilla mientras su pobre madre se desgañitaba pidiendo ayuda.

         Al ver aquello, Moisés no pudo permanecer en silencio. "Maestro", dijo, "¿Cómo no puedes hacer algo para salvar a ese niño?" "¡Silencio!", le dijo el Maestro. Y Moisés contuvo la respiración.

          Pero en su corazón estaba inquieto, porque pensaba:
          "¿Será posible que mi Maestro sea en realidad un hombre cruel e insensible? ¿O acaso es impotente para socorrer a los que necesitan ayuda?" Le daba miedo pensar semejantes cosas acerca de su Maestro, pero no podía evitarlo.

        Siguieron andando y llegaron a la orilla del mar, desde donde vieron cómo estaba hundiéndose un barco con toda su tripulación a bordo. Moisés dijo:" ¡Mira, Maestro: ese barco está hundiéndose!" Y, una vez más, el Maestro le ordenó observar la disciplina del silencio, de modo que Moisés no volvió a hablar.

         Pero su corazón está profundamente agitado. Por eso, cuando estuvieron de regreso en casa, quiso tratar el asunto directamente con Dios, el cual le dijo:

         "Tu Maestro tenía razón. El niño que estaba ahogándose habría ocasionado, de haberse salvado, una guerra entre dos naciones en las que habrían perecido centenares de miles de personas. Al ahogarse, se ha evitado ese desastre. Por lo que se refiere al barco, estaba tripulado por unos piratas que planeaban saquear una ciudad de la costa y matar a muchas personas inocentes y pacíficas."

           El servicio sólo es una virtud
           cuando le acompaña la sabiduría.

LA ORACIÓN DE LA RANA 455.

         Las personas ancianas no están solas porque no tengan a nadie con quien compartir su carga, sino porque es únicamente su carga lo que tienen para compartir.

        Una anciana de ochenta y cinco años estaba siendo entrevistada con motivo de su cumpleaños. La periodista le preguntó qué consejo daría a las personas de su edad.

        "Bueno", dijo la anciana, "a nuestra edad es muy importante no dejar de usar todo nuestro potencial; de lo contrario, éste se marchita. Es importante estar con la gente y, siempre que sea posible, ganarse la vida prestando un servicio. Eso es lo que nos mantiene con vida y con salud."

        "¿Puedo preguntarle qué es exactamente lo que hace usted para ganarse la vida a su edad?"

        "Cuido de una anciana que vive en mi barrio", fue su inesperada y deliciosa respuesta.

          El amor cura a todos: tanto a quienes lo reciben como a quienes lo dan.

lunes, 21 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 454.

           Se celebraba un curso sobre "Cómo hacer amigos e influir en los demás". Un joven hombre de negocios explicaba a los alumnos cómo había puesto él en práctica todos los principios del curso en una entrevista con un posible comprador de su empresa, y cómo había funcionado todo perfectamente. Bueno... ¡no del todo!

          "Hice todo cuanto aquí se me había dicho", explicó el joven. "Comencé saludándole calurosamente, luego le sonreí y me interesé por sus cosas. Presté la mayor atención a todo lo que él quiso decir. Me desviví por mostrarme de acuerdo con sus opiniones y le hice ver, una y otra vez, el extraordinario concepto que yo tenía de él. El estuvo hablando durante más de una hora. Y cuando, al fin, llegamos a un acuerdo, supe que había hecho un amigo para toda la vida."

         Todo el mundo aplaudió cortésmente y, cuando los aplausos amainaron, el joven añadió con convicción: "¡Pero chico, qué enemigo se granjeó él!."

         "¿Por qué hacer a alguien un regalo
         que emocionalmente no te puedes permitir?

LA ORACIÓN DE LA RANA 453.

              A un joven que se preparaba para el sacerdocio le dijeron que lo que la gente espera de un sacerdote es que sepa escuchar sus penas. Simplemente escuchar y escuchar. Tal vez no sea capaz en ocasiones de prestar una ayuda eficaz, pero siempre puede escuchar y comprender. De modo que el joven decidió que sería eso lo que iba a hacer cuando le destinaron a su primera parroquia.

             Haciendo caso omiso de su personal repugnancia, se obligó a sí mismo a escuchar, escuchar y escuchar... y la gente se mostraba muy agradecida. Pero algo -no sabía qué- parecía fallar. Por ejemplo, solía acudir una anciana que se quejaba siempre de un dolor de cabeza, un terrible y espantoso dolor de cabeza. "Cuénteme qué es lo que le preocupa", le invitaba amablemente el sacerdote. Y ella hablaba, hablaba y hablaba, mientras el sacerdote escuchaba, escuchaba y escuchaba...

           Y siempre parecía funcionar, porque al cabo de un rato volvía la anciana y le decía: "Estuve aquí hace una hora, Padre, con un tremendo dolor de cabeza, y ya no me duele, no me duele y no me duele."

          "Lo sé, lo sé y lo sé, porque ahora es a mí a quien me duele", pensaba el sacerdote.

LA ORACIÓN DE LA RANA 452.

             Dice la historia que se declaró un incendio en una casa en la que había un hombre profundamente dormido.

             Trataron de sacarlo por una ventana, pero en vano. Luego intentaron sacarlo por la puerta, pero sin éxito. No había modo, porque el tipo estaba demasiado gordo y pesado.

             Todo el mundo estaba casi desesperado, hasta que alguien sugirió: "¿Por qué no lo despertamos y sale él por su propio pie?"

             Sólo los que duermen y los niños
             necesitan ser cuidados.
             ¡Haz que despierten!
             ¡O que crezcan!

LA ORACIÓN DE LA RANA 451.

               Un joven entusiasta sacerdote fue nombrado capellán de un hospital.

               Un día, revisando las fichas de los pacientes recién ingresados, vio que en una de ellas ponía que la paciente era católica.

               Pero, sujeta con una grapa, había también una curiosa nota: "No desea ver a un sacerdote si no es en estado de inconsciencia."

               He aquí algo que deberías preguntarte
               siempre que pienses que necesitas ayuda o consejo:
               "¿Estoy seguro de que estoy consciente?"

LA ORACIÓN DE LA RANA 450.

               Una mujer estaba inclinada sobre la víctima de un accidente de tráfico, y la multitud lo observaba.

               De pronto, se vio bruscamente apartada por un hombre que le dijo: "Haga el favor de echarse a un lado. Yo tengo un curso de primeros auxilios."

               La mujer estuvo durante unos minutos observando lo que aquel individuo hacía con la víctima. Luego le dijo tranquilamente: "Cuando llegue el momento de ir en busca del médico, no se preocupe: ya estoy aquí."

               Más a menudo de lo que imaginas,
               el médico ya está ahí...
               ¡dentro de la persona
               a la que tratas de ayudar!

               De modo que déjate de primeros auxilios
               ¡Llama al médico!

LA ORACIÓN DE LA RANA 449.

                 Un grupo de misioneros recién llegados alquiló los servicios de un nativo para que los llevara en canoa por el río Congo.

                Al cabo de un rato empezó a escucharse el rítmico sonido del tam-tam. Un sonido que no dejaba de repetirse, a lo largo del viaje, a intervalos regulares.

               "¿Qué dicen los tambores?", preguntó bastante inquieto uno de los misioneros.

               El guía escuchó durante unos instantes y tradujo:
               "Tambores decir: -Tres hombres blancos. Muy ricos. Subir precios-".

              Saadi de Shiraj solía decir: "No ha habido nadie a quien yo haya enseñado a tirar con arco y que al final no me haya convertido en su blanco."

domingo, 20 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 448.

          Hace mucho, mucho tiempo, ofreció Dios una fiesta a todas las virtudes, grandes y pequeñas, humildes y heroicas. Todas ellas se reunieron en una sala del cielo espléndidamente decorada, y no tardaron en disfrutar de la fiesta, porque todas se conocían entre sí, e incluso algunas de ellas mantenían estrechas relaciones.

           De pronto, Dios reparó en dos hermosas virtudes que no parecían conocerse entre sí en absoluto y daban la sensación de encontrarse incómodas la una junto a la otra. De modo que tomó a una de ellas de la mano y se la presentó formalmente a la otra: "Te presento a Gratitud", dijo Dios. "Esta es Caridad."

           Pero, en cuanto Dios se dio la vuelta para atender a otros invitados, ellas se separaron. Así es como ha circulado la historia de que ni siquiera Dios puede hacer que haya Gratitud donde hay caridad.
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LA ORACIÓN DE LA RANA 447.

            Hace mucho tiempo, había una posada llamada "LA ESTRELLA DE PLATA". El posadero, a pesar de que hacía cuanto podía por atraer a la clientela esforzándose en hacer la posada confortable, atender cordialmente a los clientes y cobrar unos precios razonables, se las veía y se las deseaba para que le alcanzara el dinero. Desesperado, acudió a consultar a un Sabio.

            El Sabio, tras escuchar sus lamentos, le dijo: "Es muy sencillo. Lo único que tienes que hacer es cambiar el nombre de la posada."

           "¡Imposible!", dijo el posadero. "¡Se ha llamado "LA ESTRELLA DE PLATA" durante generaciones, y así se la conoce en todo el país!"

             "No", replicó el Sabio enérgicamente. "A partir de ahora debe llamarla "LAS CINCO CAMPANAS" y colgar seis campanas sobre la entrada."

              "¿Seis campanas? ¡Eso es absurdo! ¿Para qué va a servir?"

               "Inténtalo, y lo verás", le respondió el Sabio sonriendo.

               De modo que el posadero hizo lo que se le había dicho. Y sucedió lo siguiente: todo viajero que pasaba por delante de la posada entraba en ella para advertir al posadero acerca del error, creyendo que nadie hasta entonces había reparado en ello. Una vez dentro, quedaba tan impresionado por la cordialidad del servicio que se alojaba en la posada, con lo que el posadero llegó a amasar la fortuna que durante tanto tiempo había buscado en vano.

              Hay pocas cosas que satisfagan más nuestro ego
              que el corregir los errores de los demás.

LA ORACIÓN DE LA RANA 446.

          "Ha sido usted muy amable al permanecer aquí hasta el final de mi discurso, cuando todos los demás han desaparecido..."

           "La amabilidad es suya. Pero he de decirle que yo soy el siguiente orador, ¿entiende?
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LA ORACIÓN DE LA RANA 445.

        A Dios gracias, nuestros motivos para servir a los demás son invisibles para éstos.

       La obra de teatro era bastante pobre y ni siquiera mereció la atención de la prensa local. La asistencia de público decreció ostensiblemente después de la primera representación. Pero un hombrecillo asistía todas las noches y no se perdía una sola función. A pesar de lo cual, y por muy gratificante que fuera para los actores, su sola presencia no bastó para cubrir los gastos de la compañía.

       Al acabar la función de la última noche, el director salió al proscenio y dijo: "Señora y caballeros, antes de dejarles, querríamos agradecer a nuestro amigo de la primera fila su inestimable apoyo. ¡No ha faltado un solo día!"

      El hombrecillo no tuvo más remedio que balbucir unas palabras: "Es muy amable de su parte", dijo, "pero, para ser sincero, éste es el único lugar en el que a mi mujer no se le ocurriría buscarme."

LA ORACIÓN DE LA RANA 444.

            Me encanta servirte...
            pero insisto en que me lo agradezcas.

            Una enjoyada duquesa salió, a altas horas de la noche, de un elegante hotel de Londres donde había cenado y asistido a un "baile de caridad" a beneficio de los niños abandonados.

            Estaba a punto de subir a su Rolls Royce cuando un andrajoso pilluelo se le acercó suplicante: "Por caridad, señora, deme seis peniques. Llevo dos días sin comer...

            La duquesa le rechazó con un gesto y le dijo:
            "¡Desagradecido tunante! ¿No te das cuenta de que he estado bailando para ti toda la noche?"

jueves, 17 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 443.

           "¡Despierte, señor!", dijo la enfermera mientras sacudía por el hombro al dormido paciente.

            "¿Qué ocurre? ¿Sucede algo malo?", preguntó el paciente asustado.

            "No sucede nada. Sólo que olvidé darle su somnífero."

            Ayer tuvimos un incendio en casa.
            Afortunadamente, pudimos apagarlo
            antes de que los bomberos hicieran de las suyas.

            

LA ORACIÓN DE LA RANA 442.

            Una mujer, perteneciente a una brigada de socorro, se encontraba en la playa por razones de servicio.

             De pronto, observó que una determinada zona de la playa estaba plagada de botellas vacías y, temiendo que la gente pudiera tropezar inadvertidamente con ellas y hacerse daño, dejó en el suelo su botiquín y se puso a recogerlas.

             Entonces un hombre de cierta edad, distraído al ver lo que la mujer estaba haciendo, tropezó con el botiquín y se lastimó.

LA ORACIÓN DE LA RANA 441.

           En cierta ocasión, Nasrudin pidió una cierta suma de dinero a un acaudalado individuo.

         " ¿Para qué lo quieres?"

          "Para comprar un elefante."

           "Pero, si no tienes dinero, no podrás mantenerlo..."

            "Estoy pidiéndote dinero, no consejos", le dijo Nasrudin.

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LA ORACIÓN DE LA RANA 440.

                Al ver a un banquero salir de su despacho, un mendigo le dijo: "¿Podría usted darme diez centavos, señor, para una taza de café?"

                 El banquero sintió lástima de aquel hombre, que tenía un aspecto verdaderamente deplorable, y le dijo: "Aquí tiene un dólar para que se tome no una, sino diez tazas de café.?"

                 Al día siguiente, el mendigo se encontraba de nuevo en las escaleras del despacho del banquero y, cuando éste salió, el mendigo se puso a darle golpes.

                "¡Pero bueno...!", dijo el banquero, "¿qué está usted haciendo?"

                 "¡Usted y sus malditas diez tazas de café! ¡No he podido dormir en toda la noche!"

                 Confieso haberte ayudado.
                 ¿Podrías perdonarme y dejarme ir?


                 

LA ORACIÓN DE LA RANA 439.

           Hace muchos años, un extraño pájaro que nunca había sido visto en China se posó en un suburbio de la capital. Aquello le encantó al emperador, el cual ordenó que se le ofreciera al pájaro comida de su propia mesa y que fuera enviada su orquesta para deleitarle con su música.

          Pero el pájaro, que parecía estar muy triste y abatido, se negó a probar siquiera la comida que se le ofrecía, y en muy poco tiempo se puso enfermo y murió.

***********************************************

         Un pájaro comía unas bayas venenosas que, sin embargo, no le hacían daño. Un día recogió una buena cantidad y reservó unas cuantas para que las comiera su amigo, un conejo, el cual, no queriendo parecer desagradecido, comió las bayas y murió.

          Si la acusación fuera la de asalto con intención de hacer el bien, ¿cuántos de nosotros se declararían inocentes?

LA ORACIÓN DE LA RANA 438.

           Una maestra pidió a sus pequeños alumnos que contaran las buenas acciones que habían realizado en favor de los animales.

           Se oyeron historias verdaderamente conmovedoras. Y cuando le llegó el turno a Tommy, éste dijo orgullosamente: "Bueno, pues yo una vez le pegué una patada a un chico que había pegado una patada a un perro."

          Hay quienes emprenden una guerra para acabar con todas las guerras, o adoptan la violencia para llegar al amor.

LA ORACIÓN DE LA RANA 437.

            Un sacerdote paseaba por la calle cuando, de pronto, vio cómo un niño se esforzaba, dando saltos, por llegar al timbre de una puerta. Pero el pobre niño era demasiado pequeño, y el timbre estaba demasiado alto.

            De modo que el sacerdote, para ayudar al pequeño, se acercó y pulsó el timbre. Luego, volviéndose sonriente al muchacho, le preguntó: "¿Qué hacemos ahora?"

           "Correr todo lo que podamos", le respondió el niño.

martes, 15 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 436.

            Según los periódicos, la ola de calor estaba ocasionando numerosos desvanecimientos; por eso a la joven dama no le sorprendió ver cómo un hombre de cierta edad, que estaba junto a ella en la iglesia acompañado por su esposa, se dejaba caer al suelo. Inmediatamente, la joven se arrodilló junto a él, le puso enérgicamente una mano en la cabeza y oprimió ésta entre sus rodillas. "Mantenga la cabeza abajo", le susurró de modo apremiante. "Se sentirá mejor si consigue que la sangre le llegue a la cabeza."

           La esposa lo miraba todo muerta de risa y no hacía nada por ayudar a su marido ni a la joven, la cual pensó para sí que aquella mujer no debía de tener sentimientos.

           Entonces, para consternación de la joven, el hombre consiguió liberarse de su presión y masculló: "¿Qué demonios hace usted, estúpida? ¿No ves que intento recoger mi sombrero de debajo del banco?"

          Las personas que se empeñan en mejorar las cosas
          suelen conseguir empeorarlas.

         En último término,
         la solución de los problemas
         no consiste en hacer
         ni en dejar de hacer,
         sino en comprender,
         porque donde hay verdadera comprensión
         no hay problemas.

LA ORACIÓN DE LA RANA 436.

             Un individuo subió a un tren en Nueva York y le dijo al revisor que se dirigía a Fordham. "El tren no se detiene en Fordham los sábados", le dijo el revisor, "pero le diré lo que podemos hacer. Cuando entre el tren en la estación de Fordham, reducirá la marcha; entonces yo le abriré la puerta y usted podrá saltar del tren. Pero, cuanto toque usted el suelo, tenga la precaución de correr unos cuantos metros en la misma dirección que el tren. De lo contrario, caerá usted de bruces."

            Al llegar a Fordham, se abrió la puerta, y el pasajero hizo lo que el revisor le había indicado.  Pero, al verle, otro revisor abrió otra puerta y le hizo subir al tren mientras este recobraba su velocidad. "¡Tiene usted suerte, amigo", le dijo el revisor, "el tren no se detiene en Fordham los sábados".

         A tu humilde manera,
        puedes servir a los demás...
        alejándolos de su camino.

        Existe el doble arte
        de hacer cosas;
        y existe también el noble arte
       de no hacerlas.

LA ORACIÓN DE LA RANA 435.

           El Gobernador de una colonia le dijo a un jefe indígena: "Lamento profundamente la opresión a que mi pueblo somete al suyo. Debe usted ayudarme a solucionar el problema."

           "¿Y cuál es el problema?", preguntó el jefe.

            "Escuche, mi querido amigo. Si yo le atara a usted a un poste y le prendiera fuego, usted tendría un problema, ¿no cree?"

             "¿Yo? ¡Con que usted me soltara, asunto arreglado! Ahora bien, si me dejara quemarme vivo,  yo moriría, y entonces sería usted quien tuviera un problema."

miércoles, 9 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 434.

           Es imposible ayudar a otro sin ayudarse a sí mismo, o dañar a otro sin dañarse a sí mismo.

          Nasrudin estaba mascullando algo entre dientes con cara de satisfacción. Un amigo lo vio y le preguntó qué le pasaba.

         "Ese imbécil de Ahmed", dijo Nasrudin, "tiene la costumbre de pegarme unas tremendas palmadas en la espalda siempre que me ve. Pues bien, hoy me he puesto un cartucho de dinamita bajo la chaqueta, y esta vez, cuando me dé la palmada, la explosión le va a arrancar el brazo."

LA ORACIÓN DE LA RANA 433.

                En cierta ocasión, los diversos miembros y órganos del cuerpo estaban muy enfadados con el estómago. Se quejaban de que ellos tenían que buscar alimento y dárselo al estómago, mientras que éste no hacía más que devorar el fruto del trabajo de todos ellos.

               De modo que decidieron no darle más alimento al estómago. Las manos dejaron de llevarlo a la boca, los dientes dejaron de masticar y la garganta dejó de tragar. Pensaban que con ello obligarían al estómago a espabilar.

              Pero lo único que consiguieron fue debilitar el cuerpo, hasta el punto de que todos ellos se vieron en auténtico peligro de muerte. De este modo, fueron ellos, en definitiva, los que aprendieron la lección de que, al ayudarse unos a otros, en realidad trabajaban por su propio bienestar.
  

domingo, 6 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 432.

           Un agricultor, cuyo maíz siempre había obtenido el primer premio en la Feria del Estado, tenía la costumbre de compartir sus mejores semillas de maíz con todos los demás agricultores de los contornos.

          Cuando le preguntaron por qué lo hacía, dijo: "En realidad, es por puro interés. El viento tiene la virtud de trasladar el polen de unos campos a otros. Por eso, si mis vecinos cultivaran un maíz de clase inferior, la polinización rebajaría la calidad de mi propio maíz. Esta es la razón por la que me interesa enormemente que sólo planten el mejor maíz."

          Todo lo que das a otros
          te lo estás dando a ti mismo.

LA ORACIÓN DE LA RANA 431.

           En la antigua India se acostumbraba a sacar agua de los pozos por medio de una rueda persa, un ingenioso artefacto cuyo único inconveniente era el tremendo ruido que hacía cuando estaba en funcionamiento.

            Un día acertó a pasar un jinete junto a una granja y pidió agua para su caballo. El granjero puso en marcha gustoso la rueda persa, pero el caballo, que no estaba acostumbrado a semejante estruendo, no se acercaba por nada del mundo.

         "¿No podría usted hacer cesar ese estruendo para que mi caballo pueda beber?", preguntó el jinete.

        "Me temo que no es posible, señor", respondió el granjero. "Si su caballo quiere beber, tendrá que hacerlo a pesar del ruido, porque el agua sólo llega aquí con ese ruido..."

        ...y la amistad con sus más y sus menos.

LA ORACIÓN DE LA RANA 430.

               Las reacciones son relativas... ¿o sí?

               Un joven granjero era tan taciturno que su novia, después de cinco años de relaciones, llegó a la conclusión de que él jamás le propondría casarse y que tendría que ser ella quien tomara la iniciativa.

              Un día, sentados a solas en el jardín, ella le dijo: "John, casémonos... ¿Me oyes, John? ¿Nos casaremos?"

               Siguió un largo silencio. Y al fin dijo John: "Sí."

               Otro silencio interminable, que rompió la chica diciendo: "Dime algo, John. ¿Por qué no me dices nada?"

                "Me temo que ya he dicho demasiado..."
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LA ORACIÓN DE LA RANA 429.

             Dos "drogatas", completamente "colgados", deambulan por la calle. De frente a ellos viene caminando otro "colega", el cual levanta su mano en señal de saludo y dice: "¿Qué hay?"

            Cuatro manzanas más abajo, uno de los drogatas se vuelve al otro y le dice: "Tío, creía que no iba a parar de hablar..."

           Las reacciones son relativas...

LA ORACIÓN DE LA RANA 428.

            "Tienes mala cara, Jack. ¿Qué te pasa?"

             "Bueno..., llegué a casa cuando ya amanecía y, justamente cuando yo estaba desnudándome, se despertó mi mujer y me dijo: "¿No te levantas demasiado pronto, Jack?" De manera que, para evitar una discusión, volví a vestirme y me vine a trabajar."

             ¿Cuál es el precio de la paz?

LA ORACIÓN DE LA RANA 427.

             Un granjero decidió que le había llegado el momento de casarse, de manera que ensilló su mula, se fue a la ciudad a buscar novia y no tardó en conocer a una mujer que, según creía él, sería una buena esposa. Y se casaron.

            Después de la ceremonia, subieron ambos a la mula e iniciaron el camino de regreso a la granja. Al cabo de un rato, la mula se detuvo y se negó a seguir adelante, de modo que el granjero desmontó y empezó a golpear a la mula con una vara, hasta que el animal se puso de nuevo en movimiento.

          "La primera en la frente", dijo el granjero.

          Unos kilómetros más adelante, la mula volvió a detenerse, y una vez más desmontó el granjero y golpeó a la mula hasta que ésta decidió reiniciar la marcha. "La segunda en la boca", dijo el granjero.

          Pocos kilómetros después, la mula se detuvo por tercera vez. Pero entonces el granjero desmontó, hizo desmontar a su  mujer, sacó su pistola y le pegó un tiro en la cabeza a la mula, la cual murió al instante.

         "¡Qué estúpido y qué cruel eres!", le gritó su mujer. "¡Era un animal fuerte y robusto que podría habernos sido muy útil en la granja, y vas tú y, en un arranque de cólera, acabas con él! ¡Si hubiera sabido que eras tan bruto, jamás me habría casado contigo...!"; y siguió increpándole durante casi diez minutos.

           El granjero estuvo escuchándola hasta que ella se detuvo para tomar aliento. Entonces le dijo: "La primera en la frente."

          Cuenta la historia que vivieron felices para siempre.

sábado, 5 de septiembre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 426.

           Una joven llama por teléfono a la papelería: "¿Recuerda las participaciones de boda que le encargué la semana pasada? Bueno, pues quisiera saber si no es demasiado tarde para efectuar algunos cambios."

           "Dígame de qué se trata, señorita, y lo comprobaré", dijo el empleado al otro lado del teléfono.

            "De acuerdo. Se trata de cambiar la fecha, la iglesia y el nombre del novio."

              Es absolutamente imposible estar felizmente casado con otra persona si uno no se ha divorciado antes de sí mismo.

             

LA ORACIÓN DE LA RANA 425.

            Es verdaderamente infrecuente una relación en la que no se cultive la amistad del otro por lo que puede uno obtener de él.

          "He oído que has roto con Tom. ¿Qué ha ocurrido?"

           "Sencillamente, que mis sentimientos hacia él han cambiado. Eso es lo que ha ocurrido."

           "¿Y piensas devolverle el anillo de compromiso?"

            "¡Ah, no! ¡Mis sentimientos hacia el anillo no han cambiado!"
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