Un grupo de misioneros recién llegados alquiló los servicios de un nativo para que los llevara en canoa por el río Congo.
Al cabo de un rato empezó a escucharse el rítmico sonido del tam-tam. Un sonido que no dejaba de repetirse, a lo largo del viaje, a intervalos regulares.
"¿Qué dicen los tambores?", preguntó bastante inquieto uno de los misioneros.
El guía escuchó durante unos instantes y tradujo:
"Tambores decir: -Tres hombres blancos. Muy ricos. Subir precios-".
Saadi de Shiraj solía decir: "No ha habido nadie a quien yo haya enseñado a tirar con arco y que al final no me haya convertido en su blanco."
Al cabo de un rato empezó a escucharse el rítmico sonido del tam-tam. Un sonido que no dejaba de repetirse, a lo largo del viaje, a intervalos regulares.
"¿Qué dicen los tambores?", preguntó bastante inquieto uno de los misioneros.
El guía escuchó durante unos instantes y tradujo:
"Tambores decir: -Tres hombres blancos. Muy ricos. Subir precios-".
Saadi de Shiraj solía decir: "No ha habido nadie a quien yo haya enseñado a tirar con arco y que al final no me haya convertido en su blanco."
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