Iba a celebrarse una gran fiesta en el pueblo, y cada uno de los habitantes tenía que contribuir vertiendo una botella de vino en un gigantesco barril. Cuando llegó la hora de comenzar el banquete y se abrió la espita del barril, lo que salió de este fue agua. Y es que uno de los habitantes del pueblo había pensado: "Si echo una botella de agua en ese enorme barril, nadie lo advertirá". Lo que no pensó es que a todos pudiera ocurrírseles la misma idea.
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