Se celebraba un curso sobre "Cómo hacer amigos e influir en los demás". Un joven hombre de negocios explicaba a los alumnos cómo había puesto él en práctica todos los principios del curso en una entrevista con un posible comprador de su empresa, y cómo había funcionado todo perfectamente. Bueno... ¡no del todo!
"Hice todo cuanto aquí se me había dicho", explicó el joven. "Comencé saludándole calurosamente, luego le sonreí y me interesé por sus cosas. Presté la mayor atención a todo lo que él quiso decir. Me desviví por mostrarme de acuerdo con sus opiniones y le hice ver, una y otra vez, el extraordinario concepto que yo tenía de él. El estuvo hablando durante más de una hora. Y cuando, al fin, llegamos a un acuerdo, supe que había hecho un amigo para toda la vida."
Todo el mundo aplaudió cortésmente y, cuando los aplausos amainaron, el joven añadió con convicción: "¡Pero chico, qué enemigo se granjeó él!."
"¿Por qué hacer a alguien un regalo
que emocionalmente no te puedes permitir?
"Hice todo cuanto aquí se me había dicho", explicó el joven. "Comencé saludándole calurosamente, luego le sonreí y me interesé por sus cosas. Presté la mayor atención a todo lo que él quiso decir. Me desviví por mostrarme de acuerdo con sus opiniones y le hice ver, una y otra vez, el extraordinario concepto que yo tenía de él. El estuvo hablando durante más de una hora. Y cuando, al fin, llegamos a un acuerdo, supe que había hecho un amigo para toda la vida."
Todo el mundo aplaudió cortésmente y, cuando los aplausos amainaron, el joven añadió con convicción: "¡Pero chico, qué enemigo se granjeó él!."
"¿Por qué hacer a alguien un regalo
que emocionalmente no te puedes permitir?
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