Un sacerdote paseaba por la calle cuando, de pronto, vio cómo un niño se esforzaba, dando saltos, por llegar al timbre de una puerta. Pero el pobre niño era demasiado pequeño, y el timbre estaba demasiado alto.
De modo que el sacerdote, para ayudar al pequeño, se acercó y pulsó el timbre. Luego, volviéndose sonriente al muchacho, le preguntó: "¿Qué hacemos ahora?"
"Correr todo lo que podamos", le respondió el niño.
De modo que el sacerdote, para ayudar al pequeño, se acercó y pulsó el timbre. Luego, volviéndose sonriente al muchacho, le preguntó: "¿Qué hacemos ahora?"
"Correr todo lo que podamos", le respondió el niño.
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