Un discípulo se acercó a su Maestro y le dijo: "Maestro, yo soy un hombre rico y acabo de heredar una gran fortuna. ¿Cómo debo emplearla para que redunde en mi provecho espiritual?"
Le dijo el Maestro: "Vuelve dentro de una semana y te daré una respuesta."
Transcurrida la semana, regresó el discípulo, y el Maestro, suspirando, le dijo: "La verdad es que no sé que decirte. Si te digo que des el dinero a tus parientes y amigos, no obtendrás ningún bien espiritual. Si te digo que lo entregues al templo, sólo conseguirás alimentar la avaricia de los sacerdotes. Y si te digo que se lo des a los pobres, te enorgullecerás de tu caridad y caerás en el pecado de soberbia."
Pero, como el discípulo le urgía una respuesta, el Maestro acabó diciendo: "Está bien; da el dinero a los pobres. Al menos ellos se beneficiarán, aunque tú no lo hagas."
Si no sirves, perjudicas a los demás.
Si lo haces, te perjudicas a ti mismo.
El ignorar este dilema es la muerte del alma.
El liberarse de él es la vida eterna.
Le dijo el Maestro: "Vuelve dentro de una semana y te daré una respuesta."
Transcurrida la semana, regresó el discípulo, y el Maestro, suspirando, le dijo: "La verdad es que no sé que decirte. Si te digo que des el dinero a tus parientes y amigos, no obtendrás ningún bien espiritual. Si te digo que lo entregues al templo, sólo conseguirás alimentar la avaricia de los sacerdotes. Y si te digo que se lo des a los pobres, te enorgullecerás de tu caridad y caerás en el pecado de soberbia."
Pero, como el discípulo le urgía una respuesta, el Maestro acabó diciendo: "Está bien; da el dinero a los pobres. Al menos ellos se beneficiarán, aunque tú no lo hagas."
Si no sirves, perjudicas a los demás.
Si lo haces, te perjudicas a ti mismo.
El ignorar este dilema es la muerte del alma.
El liberarse de él es la vida eterna.
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