Hace mucho, mucho tiempo, ofreció Dios una fiesta a todas las virtudes, grandes y pequeñas, humildes y heroicas. Todas ellas se reunieron en una sala del cielo espléndidamente decorada, y no tardaron en disfrutar de la fiesta, porque todas se conocían entre sí, e incluso algunas de ellas mantenían estrechas relaciones.
De pronto, Dios reparó en dos hermosas virtudes que no parecían conocerse entre sí en absoluto y daban la sensación de encontrarse incómodas la una junto a la otra. De modo que tomó a una de ellas de la mano y se la presentó formalmente a la otra: "Te presento a Gratitud", dijo Dios. "Esta es Caridad."
Pero, en cuanto Dios se dio la vuelta para atender a otros invitados, ellas se separaron. Así es como ha circulado la historia de que ni siquiera Dios puede hacer que haya Gratitud donde hay caridad.
De pronto, Dios reparó en dos hermosas virtudes que no parecían conocerse entre sí en absoluto y daban la sensación de encontrarse incómodas la una junto a la otra. De modo que tomó a una de ellas de la mano y se la presentó formalmente a la otra: "Te presento a Gratitud", dijo Dios. "Esta es Caridad."
Pero, en cuanto Dios se dio la vuelta para atender a otros invitados, ellas se separaron. Así es como ha circulado la historia de que ni siquiera Dios puede hacer que haya Gratitud donde hay caridad.
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