El guru estaba meditando a la orilla del río cuando llegó junto a él un discípulo, se inclinó y depositó a sus pies dos enormes perlas como prenda de respeto y devoción.
El guru abrió sus ojos y tomó una de las perlas, pero con tan poco cuidado que se le escapó de la mano y fue rodando hasta caer al río.
Horrorizado, el discípulo se zambulló en el agua para recuperarla, pero, a pesar de bucear una y otra vez hasta que se hizo de noche, no consiguió dar con ella.
Al fin, completamente empapado y exhausto, sacó el guru de su meditación y le dijo: "Tú viste dónde cayó. Indícame el lugar exacto para que yo pueda recuperarla."
El guru tomó la otra perla, la lanzó al río y dijo:
"¡Justo allí!"
No trates de poseer cosas,
porque las cosas en realidad no pueden ser poseídas.
Limítate a cerciorarte
de que no eres tú poseído por ellas,
y serás el soberano de la creación.
El guru abrió sus ojos y tomó una de las perlas, pero con tan poco cuidado que se le escapó de la mano y fue rodando hasta caer al río.
Horrorizado, el discípulo se zambulló en el agua para recuperarla, pero, a pesar de bucear una y otra vez hasta que se hizo de noche, no consiguió dar con ella.
Al fin, completamente empapado y exhausto, sacó el guru de su meditación y le dijo: "Tú viste dónde cayó. Indícame el lugar exacto para que yo pueda recuperarla."
El guru tomó la otra perla, la lanzó al río y dijo:
"¡Justo allí!"
No trates de poseer cosas,
porque las cosas en realidad no pueden ser poseídas.
Limítate a cerciorarte
de que no eres tú poseído por ellas,
y serás el soberano de la creación.
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