Cuando Buda entró en la capital del rey Pransanjit, el propio rey en persona salió a recibirlo. Había sido amigo del padre de Buda y había oído hablar del tremendo espíritu de renuncia del muchacho. De modo que intentó persuadir a Buda de que renunciara a su vida de mendigo errante y regresara al palacio, pensando que con ello estaba prestando un servicio a su viejo amigo.
Buda se quedó mirando a los ojos de Pransanjit y dijo: "Respóndeme sinceramente: a pesar de toda tu aparente alegría, ¿te has dado tu reino un solo día de felicidad?"
Pransajit bajó su mirada y permaneció mudo.
No hay mayor alegría
que no tener motivo de tristeza;
no hay mayor riqueza
que contentarse con lo que uno tiene.
Buda se quedó mirando a los ojos de Pransanjit y dijo: "Respóndeme sinceramente: a pesar de toda tu aparente alegría, ¿te has dado tu reino un solo día de felicidad?"
Pransajit bajó su mirada y permaneció mudo.
No hay mayor alegría
que no tener motivo de tristeza;
no hay mayor riqueza
que contentarse con lo que uno tiene.
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