miércoles, 14 de octubre de 2015

LA ORACIÓN DE LA RANA 476.

               Había un verdadero gentío en la sala de espera del médico. Un caballero de bastante edad se levantó y se dirigió a la recepcionista.

               "Señorita", dijo con suma cortesía, "yo tenía hora para las diez en punto, y ya son casi las once. No puedo seguir esperando. ¿Tendría usted la amabilidad de darme ora para otro día?"

              Una mujer que estaba también aguardando se inclinó hacia la que se encontraba sentada a su lado y le dijo: "Seguro que tiene más de ochenta años... ¿Qué será eso tan urgente que tiene que hacer que no puede esperar?"

            El anciano, que acertó a oír el comentario de la dama, se volvió hacia ella, le hizo una cortés reverencia y le dijo: "Tengo exactamente ochenta y siete años, señora. Y ésa es precisamente la razón por la que no puedo permitirme desperdiciar un solo minuto del precioso tiempo que aún me queda."

           El que ha alcanzado la iluminación no desperdicia un solo minuto, porque ha comprendido la insignificancia relativa de todo cuanto hace.
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