Érase un rabino que vivía en una aldea de la estepa rusa. Durante veinte años, todas y cada una de las mañanas cruzaba la plaza de la aldea para ir a orar a la sinagoga, y todas y cada una de las mañanas lo observaba un policía que odiaba a los judíos.
Al fin, una mañana, el policía se acercó al rabino y le preguntó adónde iba.
"No lo sé", respondió el rabino.
"¿Qué significa eso de que no lo sabes? Durante los últimos veinte años, te he visto todas las mañanas acudir a esa sinagoga que está al otro lado de la plaza, ¿y ahora vienes con que no lo sabes? ¡Voy a darte una lección, para que te enteres!"
Y, dicho esto, agarró al viejo rabino de la barba y lo condujo así hasta el calabozo. Mientras el policía abría la cerradura de la puerta del calabozo, el rabino, mirándolo maliciosamente, le dijo: "¿Ves ahora lo que quería decir cuando te dije que no lo sabía?"
Al fin, una mañana, el policía se acercó al rabino y le preguntó adónde iba.
"No lo sé", respondió el rabino.
"¿Qué significa eso de que no lo sabes? Durante los últimos veinte años, te he visto todas las mañanas acudir a esa sinagoga que está al otro lado de la plaza, ¿y ahora vienes con que no lo sabes? ¡Voy a darte una lección, para que te enteres!"
Y, dicho esto, agarró al viejo rabino de la barba y lo condujo así hasta el calabozo. Mientras el policía abría la cerradura de la puerta del calabozo, el rabino, mirándolo maliciosamente, le dijo: "¿Ves ahora lo que quería decir cuando te dije que no lo sabía?"
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