En una pequeña aldea de la India vivía un tejedor sumamente piadoso. Se pasaba el día pronunciando el nombre de Dios, y la gente se fiaba de él incondicionalmente. Cuando había tejido una suficiente cantidad de tela, acudía al mercado para venderla. Y cuando alguien le preguntaba el precio de una pieza de tela, respondía de este modo: "Por voluntad de Rama, el costo del hilo son treinta y cinco céntimos; la mano de obra, diez céntimos; y el beneficio, por voluntad de Rama, son cuatro céntimos. De modo que el precio de esta pieza, por voluntad de Rama, es de cuarenta y nueve céntimos." La gente se fiaba tanto de él que nunca le regateaba un solo céntimo, y todo el mundo pagaba sin rechistar el precio que él pedía.
Pues bien, el tejedor tenía la costumbre de acudir de noche al templo de la aldea para alabar a Dios y cantar la gloria de su nombre. En cierta ocasión, bien avanzada la noche, y mientras él estaba cantando, irrumpió en el templo una cuadrilla de ladrones, los cuales, como necesitaban que alguien les ayudara a transportar lo que habían robado, le dijeron: "Ven con nosotros". El tejedor cargó con el botín sobre su cabeza y los siguió dócilmente. Pero no tardó en perseguirles la policía, y los ladrones salieron huyendo; el tejedor corría con ellos, pero, como era ya un hombre bastante mayor, lo prendieron enseguida y, al ver que llevaba el botín, lo arrestaron y lo encerraron en el calabozo.
A la mañana siguiente fue llevado ante el juez y acusado de robo. Cuando el juez le preguntó si tenía algo que alegar, el tejedor dijo:
"Señoría, por voluntad de Rama, anoche acabé de cenar y, por voluntad de Rama, acudí al templo a cantar sus alabanzas". Fue entonces cuando, de pronto, por voluntad de Rama, irrumpió una cuadrilla de ladrones que, por voluntad de Rama, me invitaron a transportar para ellos su botín. Y pusieron sobre mi cabeza una carga tan pesada que cuando, por voluntad de Rama, nos persiguió la policía, me agarraron enseguida. Entonces, por voluntad de Rama, me arrestaron y me encerraron en el calabozo. Y aquí me tiene esta mañana su señoría, por voluntad de Rama."
El juez dijo a los policías: "Suelten a este hombre. Evidentemente, está como una cabra."
De regreso en su casa, cuando le preguntaron qué le había ocurrido, el piadoso tejedor respondió: "Por voluntad de Rama, he sido arrestado y juzgado. Y por voluntad de Rama he sido absuelto."
Pues bien, el tejedor tenía la costumbre de acudir de noche al templo de la aldea para alabar a Dios y cantar la gloria de su nombre. En cierta ocasión, bien avanzada la noche, y mientras él estaba cantando, irrumpió en el templo una cuadrilla de ladrones, los cuales, como necesitaban que alguien les ayudara a transportar lo que habían robado, le dijeron: "Ven con nosotros". El tejedor cargó con el botín sobre su cabeza y los siguió dócilmente. Pero no tardó en perseguirles la policía, y los ladrones salieron huyendo; el tejedor corría con ellos, pero, como era ya un hombre bastante mayor, lo prendieron enseguida y, al ver que llevaba el botín, lo arrestaron y lo encerraron en el calabozo.
A la mañana siguiente fue llevado ante el juez y acusado de robo. Cuando el juez le preguntó si tenía algo que alegar, el tejedor dijo:
"Señoría, por voluntad de Rama, anoche acabé de cenar y, por voluntad de Rama, acudí al templo a cantar sus alabanzas". Fue entonces cuando, de pronto, por voluntad de Rama, irrumpió una cuadrilla de ladrones que, por voluntad de Rama, me invitaron a transportar para ellos su botín. Y pusieron sobre mi cabeza una carga tan pesada que cuando, por voluntad de Rama, nos persiguió la policía, me agarraron enseguida. Entonces, por voluntad de Rama, me arrestaron y me encerraron en el calabozo. Y aquí me tiene esta mañana su señoría, por voluntad de Rama."
El juez dijo a los policías: "Suelten a este hombre. Evidentemente, está como una cabra."
De regreso en su casa, cuando le preguntaron qué le había ocurrido, el piadoso tejedor respondió: "Por voluntad de Rama, he sido arrestado y juzgado. Y por voluntad de Rama he sido absuelto."
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