Kenji, un piloto kamikaze japonés, se había preparado para morir por su país; pero la guerra terminó antes de lo previsto, y él no tuvo nunca la oportunidad de morir con honor. El hombre se deprimió profundamente, perdió las ganas de vivir y anduvo un tiempo errando lánguidamente por la ciudad, sin saber qué hacer.
Un día oyó que un ladrón tenía secuestrada como rehén a una anciana en su apartamento de un segundo piso. La policía temía entrar en el apartamento, porque sabía que el individuo iba armado y era un tipo peligroso.
Kenji no se lo pensó dos veces: entró en el edificio, subió al apartamento y exigió al ladrón que dejara libre a la anciana. Lucharon, cuchillo en mano, y Kenji acabó con la vida del ladrón; pero también él resultó mortalmente herido. Murió poco después, en el hospital, con una sonrisa en los labios. Su deseo de tener una muerte útil se había cumplido.
Sólo hacen el bien los que han perdido el miedo a la muerte.
Un día oyó que un ladrón tenía secuestrada como rehén a una anciana en su apartamento de un segundo piso. La policía temía entrar en el apartamento, porque sabía que el individuo iba armado y era un tipo peligroso.
Kenji no se lo pensó dos veces: entró en el edificio, subió al apartamento y exigió al ladrón que dejara libre a la anciana. Lucharon, cuchillo en mano, y Kenji acabó con la vida del ladrón; pero también él resultó mortalmente herido. Murió poco después, en el hospital, con una sonrisa en los labios. Su deseo de tener una muerte útil se había cumplido.
Sólo hacen el bien los que han perdido el miedo a la muerte.
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